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Foto del escritorcintiaanalia1978

"Caminata" (1923) Jorge Luis Borges

Sabía que la noche no sería fácil. En mis ojos aún sentía cautivo el ardor y el dolor del desierto.


Decidí salir del café y tomar un poco de aire, decidí ver hacia donde me guiaban está vez las estrellas…


Comencé a caminar sin rumbo fijo, volviendo un poco sobre los pasos que había dado unas horas antes. Ahora el paisaje era totalmente diferente, el aire más fresco y las sombras más irrevocables. Encontré un banco en dónde sentarme y bajo un turbio farol leí estas palabras:


“Olorosa como un mate curado

la noche acerca agrestes lejanías

y despeja las calles

que acompañan mi soledad,

hechas de vago miedo y de largas líneas.

La brisa trae corazonadas de campo,

dulzura de las quintas, memorias de los álamos,

que harán temblar bajo rigideces de asfalto

la detenida tierra viva

que oprime el peso de las casas. “





Nuevamente siento que estoy leyendo pequeños fragmentos de mis días. Que todo se sintetiza en estas páginas, que todo sigue una línea.

Ya nada importa: la noche me cayó encima.


“En vano la furtiva noche felina

inquieta los balcones cerrados

que en la tarde mostraron

la notoria esperanza de las niñas.

También está el silencio en los zaguanes.

En la cóncava sombra

vierte un tiempo vasto y generoso

los relojes de la medianoche magnífica,

un tiempo caudaloso

donde todo soñar halla cabida,

tiempo de anchura de alma, distinto

de los avaros términos que miden

las tareas del día.





La oscuridad se abre paso entre la luz, laos sueños oprimidos despliegan sus alas llenas de libertad. Ahora todo y nada es posible, ahora todo se ve distinto, se huele distinto… se palpa distinto.


“Yo soy el único espectador de esta calle;

si dejara de verla se moriría.

(Advierto un largo paredón erizado

de una agresión de aristas

y un farol amarillo que aventura su indecisión de luz.

También advierto estrellas vacilantes.)

Grandiosa y viva

como el plumaje oscuro de un Ángel

cuyas alas tapan el día

la noche pierde mediocres calles.





Sin darme cuenta casi, me encuentro nuevamente frente “al largo paredón erizado” del cementerio. A estas horas, sus puertas ya están cerradas a hierro forjado y silencio.


Del otro lado de la calle, la noche tiene otras luces, otro color, otra tiranía. Las sombras se ocultan tras las conversaciones animadas y las risas. Los bares, restaurantes y cafés están llenos de algarabía.


La realidad me grita por todos los costados y me doy cuenta de que esta no es realmente mi vida. Quiero volver a la magia de la noche, a ocultarme bajo su dulce olvido. Huyo en la oscuridad dejando atrás todo aquello que me fastidia.


Busco un nuevo refugio… busco una nueva guía

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