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El destino de tu vida fue amar, amor tu delirio

  • Foto del escritor: cintiaanalia1978
    cintiaanalia1978
  • 29 feb 2024
  • 3 Min. de lectura

Enredada por la turba de las sombras que lentamente está ganando la batalla, me envuelvo en la “La Cautiva”, el poema de Esteban Echeverría.





Su lectura no me resulta fácil… tropiezo en cada verso, me desconcentro por momentos, pierdo el hilo. Siento el ripio de la falta de costumbre… Continúo


La acción poco a poco va internándose en mi memoria, se mezclan los tiempos, se funden los paisajes… El desierto que entra con toda su fuerza arrolladora y me lleva lejos, bien lejos, a otro siglo… Allí me encuentro con María, nuestra primera heroína romántica.





María, que en el inicio del poema fue raptada por un malón más de los que irrumpen en la tranquilidad de la pampa, aprovecha ahora los vestigios del festín para huir.


“Ella va. Toda es oídos;

sobre salvajes dormidos

va pasando; escucha, mira,

se para, apenas respira,

y vuelve de nuevo a andar.

Ella marcha, y sus miradas

vagan en torno azoradas,

cual si creyesen ilusas

en las tinieblas confusas

mil espectros divisar”


Soy “Ella” caminando entre cuerpos puñal en mano, soy aquella que quiere escapar de lo que la rodea. soy esa que temerosa pero, con paso firme, decide huir… ¿Huir hacia dónde? ¿Hacia los brazos de la felicidad acaso? El amor la empuja a seguir adelante.


De repente halla a Brián, su enamorado, que también fue arrasado por el malón y está gravemente herido. La huida de ambos se hace dificultosa, se encuentran con cientos de escollos que parecieran adelantar el final… Los animales salvajes, el cansancio y la sed hacen que las heridas que se profundicen y que , finalmente, Brián quede a medio camino…


La muerte la deja sola y entonces el dolor es infinito como el horizonte de la pampa…


“¿Qué hará María? En la tierra

ya no se arraiga su vida.

¿Dónde irá? Su pecho encierra

tan honda y vivaz herida,

tanta congoja y pasión,

que para ella es infecundo

todo consuelo del mundo…”


Pese a su dolor, su afán no se detiene, de la misma manera en que no se detienen sus pasos…


Un última esperanza, la de reencontrarse con su hijo la lleva a seguir adelante.


Camina a través de la llanura, dejando atrás todo lo conocido, teniendo frente a sus ojos todo lo por conocer. No importa si sus vestiduras fueron hechas jirones de la misma manera en que no importa si su cuerpo fue vejado o si su corazón está mortalmente destrozado. Ella sigue…


Finalmente el tiempo y la historia la llevan a encontrarse frente a frente con un destino oscuro. Convertida en un reflejo de lo que alguna vez fue, transformada en un fantasma cautivo y errante, llega al final de su camino con apenas un hilo de vida. Hilo que se corta rápidamente al enterarse que su hijo fue degollado por la misma turba macabra que la secuestró.


“Y al oír tan crudo acento,

como quiebra el seco tallo

el menor soplo de viento

o como herida del rayo,

cayó la infeliz allí”

“Murió; por siempre cerrados

están sus ojos cansados

de errar por llanura y cielo,

de sufrir tanto desvelo,

de afanar sin conseguir…”

….

Cierro mis ojos a la vez que cierro el libro.





Lejos quedan el desierto, el grito de los salvajes y el olor seco del incendio del pajonal. Lejos quedan el rugir de las fieras, la sed, y el olor de la muerte. Lejos quedan ya el amor y el profundo dolor de María…


Por unos momentos fui ella, caminé como ella, sufrí como ella y morí como ella…


Vuelvo a mí y veo que la noche ya se cerró sobre la esquina.



Mis ojos están llenos de lágrimas. Mi alma está llena de poesía.

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