En mi biblioteca tengo más de 1000 libros (muchísimos más, aunque nunca son suficientes, se sabe), escritos por escritores argentinos... Los hay de diferentes editoriales, ediciones, siglos... Los hay algunos heredados, otros encontrados en los rincones más diversos, los hay muy caros y otros conseguidos por apenas unos cuantos pesos. Algunos llevan tantos años conmigo que ya son parte de mi vida, de mi alma. Otros apenas fueron abiertos... algunos viajaron conmigo a mi otra "patria" y allí quedaron en el momento del regreso... otros, los más (afortunadamente) me esperaron guardados, custodiados por la oscuridad de un viejo mueble.
A la hora de emprender este viaje no tuve ninguna duda que el primer paso tendría que darlo de la mano de Jorge Luis Borges ¿Por qué? Las justificaciones estarían de más pero igual me gustaría explicarlo. Elegí a Borges por la sencilla razón de que es el más universal de los escritores de nuestra literatura y porque es un escritor que toca todos los temas que es posible encontrar en la Literatura argentina; por ello lo considero el punto de inflexión, la ruptura.
Sinceramente no es uno de mis escritores favoritos y sé que es más reconocido que realmente leído. Pese a ello, no puedo dejar de reconocer que sus poesías me maravillan cada vez que las leo y que siempre encuentro en ellas una puerta secreta para poder acceder a su fantástico mundo.
«Fervor de BsAs» es su primer libro y en él se prefigura lo que se encontrará a lo largo de toda su obra (más desarrollado o menos desarrollado), lo que más tarde conoceremos como universo borgeano, aunque con una sencillez más personal, más cercana.
Borges, es el más conocido de nuestros escritores, el más universal de nuestra literatura, el más recordado, el más mencionado pero, seguramente el menos leído. Todos lo conocen pero pocos lo leen y muchísimos menos lo entienden.Y eso no está del todo mal, cada uno hace lo que quiere (es más, no está mal decir que no nos gustó, se sabe que sobre gustos…). Lo que está mal es intentar pasar por eruditos lectores, por conocedores de algo de lo que no se tiene la más mínima idea.
En síntesis: lo que está mal es mentir. ¿Por qué se miente? Porque se cree tontamente que decir que leímos a Borges nos da un status (palabra arcaica ¿no?) literario que no nos da, por ejemplo, Arlt. Leer a Borges es pertenecer a una minoría inmensa de «iluminados», a una élite literaria que nos coloca la chapa de «lectores», que nos da el certificado de «Argentinos»… está a la par de Gardel, el colectivo, el mate y el Dulce de Leche. Si no leíste a Borges nos sos argentino.
Sin embargo, leer a Borges no es leer «El Aleph» y un par de cuentos más. Leer a Borges es ir mucho más allá. Es entrar en su mundo, perderse en su mundo, comprender sus códigos y dejarse llevar por su juego. Es leer sus cuentos, sus ensayos, sus charlas, sus clases magistrales, sus poemas… En su literatura se engloba todo lo habido y por haber, el pasado el presente y el futuro, lo universal y lo nacional pero, sobre todo, en sus textos se encuentra la clave de nuestra idiosincrasia: somos argentinos, si, pero siempre estamos escudriñándonos en el espejo de lo ajeno, de lo otro, de lo que está del otro lado de la orilla. Siempre comparando con lo que está más allá del horizonte… tenga o no tenga que ver con nosotros. Eso es lo que lo hace argentino. Sentir que nuestras raíces no están en estas tierras, que no pertenecemos a este barro, que nuestro pasado vino «de los barcos»… que algún día se darán cuenta de que no pertenecemos aquí… que somos unos eternos exiliados…
Sus textos están plagados de temas, de referencias que muchas veces, reales o ficticias, nada tienen que ver con esta pampa, con este río de sueñera y de barro. Cómo ya dije, me quedo con el Borges de los poemas, siento que es el más «verdadero», el más cercano, el más «desnudo» (si me permiten eufemismo); el que más se acerca a su Yo real, al hombre que siempre estuvo detrás de la máscara del escritor.
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