Personas como yo no pueden vivir sin literatura, la llevamos en la sangre, en cada una de nuestras células, sale por cada uno de nuestros poros. Es como una adicción que nos aleja y nos arrastra y finalmente nos desmonta el mundo perfecto que armamos.
Para personas como yo, la literatura es caos, es inconsciente y es subconsciente... no hablo de aquellos lectores furibundos que corren tras las primeras tapas de cualquier libro, no hablo de aquellos que tienen los anaqueles de sus bibliotecas atestados de novedades... obviamente no hablo de aquellos que se conforman con las palabras ya masticadas de un best- seller. NO. Hablo de aquellos que, como yo, sienten que con la frase justa en el momento indicado, un mundo se abre frente (y detrás) de sus ojos. Algo nuevo, diferente... aunque se haya escrito hace decenas de años.
No voy a mentirles. Ando medio perdida en todo esto. Siempre supe que mi destino era literario (y no hablo de la fantasía de una novela perfecta, sino del enfrentamiento constante que nos da una palabra, una frase, un párrafo y que lleva a replantearnos una y otra vez lo que somos y lo que podemos llegar a ser), pero con el tiempo, la realidad me hizo olvidar esos sueños. Me hizo olvidar mis pasiones, me hizo olvidar mi identidad, me hizo olvidar de mí misma hasta el punto de verme sentada frente a un espejo y desconocerme absolutamente.
La vida me llevó por otros rumbos, me mostró otras realidades y hasta me hizo pensar que podía llegar a ser otra, diferente, sin esencia. En unas pocas palabras, me vació. En ese vacío existencial entré en una crisis, en un bucle de desgano y desidia que me llenaron de hastío, de asco. Me repugnaba ver en qué me había convertido o, mejor dicho, me repugnaba el no haberme atrevido a ser.
Pasaron muchos años… más de lo que me atrevo a contar sin sentir un escalofrío recorriéndome la espalda. Siento que perdí el tiempo en todos los sentidos, en el sentido de que no hice nada de provecho, en el sentido de que no pude disfrutar al máximo cada momento, en el sentido en que ya no puedo volver atrás y tomar otros caminos, otras decisiones. Siento que me dejé atrapar por el peor de los demonios que es el olvido. ¿Por qué? por estupidez, por falta de confianza, por falta de apoyo. Sin embargo, todo convive dentro de mí en una tensa calma aparente pero caótica, como el Dr Jekyill y Mr. Hyde… Y cada tanto, se asoma un recuerdo, un anhelo, un volver a ver que desata la furia y me rompe porque no soy lo que era ni lo que soy.
No puedo ser lo que era ni tampoco puedo dejar de serlo.Entonces caen lágrimas, vuelan cosas, se rompen esquemas, se respira hondo y se intenta seguir adelante… pero adentro quedo como muerta…
Ya no puedo seguir así. Ya no puedo esconderme más. Ya no quiero esconderme más…
Nunca estuve tan segura y nunca estuve tan llena de miedos.
Mi destino es literario, es caótico, son los libros y las palabras. Mi destino es ser caótica, vibrar con una frase y pelearme con el mundo que no ve las cosas de la misma manera en que las veo yo, mi destino es quedarme leyendo hasta tarde, escribir hasta perder el sentido, escuchar música clásica, vibrar con un gesto, una mirada, sentir que estoy viva, que no tengo que agachar la cabeza por nada, que me como el mundo y, si no puedo, me lo llevo por delante. Las cosas como son y si no se aceptan, se sigue, hasta que Dios lo decida… hasta que mi cuerpo se enfríe.
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